Las acciones de Kinder Morgan, una de las empresas energéticas más grandes de EE. UU., son un ejemplo de estabilidad en nuestros tiempos turbulentos. KMI se cotizan 11% por debajo de sus máximos de los últimos dos años, mientras que la rentabilidad por dividendo es del 6.5%. El mundo se enfrentó a una crisis energética, por lo que no hay motivos para preocuparse por el futuro de la empresa: sus servicios seguirán siendo extremadamente relevantes en el futuro previsible.

En el segundo trimestre, el flujo monetario distribuible aumentó 15% a $1.176 mil millones, en gran parte debido a los altos precios de mercado de las materias primas. Kinder Morgan proporciona infraestructura de recursos para sus clientes, por lo que sus ingresos no dependen directamente de la situación del mercado global, sin embargo, la mejora en la condición financiera de sus contrapartes permite renovar contratos con una mayor probabilidad y en términos más atractivos. En otras palabras, por un lado, KMI no reaccionan extra positivamente al crecimiento de los precios de las materias primas y, por otro lado, los valores están mejor protegidos en caso de que la situación se normalice, representando una cierta isla de estabilidad.

En 2022, Kinder Morgan compró acciones propias por 275 millones de dólares (alrededor del 0.7% del volumen total), lo que debe considerarse como una recompensa adicional para los inversores, además del pago de dividendos. Es poco probable que KMI puedan demostrar un aumento significativo de las cotizaciones en el futuro previsible, pero estas acciones siguen siendo de gran interés para los inversores a largo plazo que desean superar tiempos difíciles y obtener valores con altos dividendos en su portafolio.